lunes, 19 de noviembre de 2018

Bulos sobre salud, guía de detección


Por Elizabet Gutiérrez
Las noticias falsas relacionadas con la salud constituyen un fenómeno muy extendido en la sociedad de la intercomunicación que nos ha tocado vivir; no hay que extrañarse por ello, las noticias falsas se producen sobre todo en aquellas áreas de mayor interés para los ciudadanos, porque es ahí donde la manipulación y la desinformación se convierten en excelentes herramientas para condicionar la voluntad y la conducta de los individuos.
En el caso de la Salud se añade, además, la necesidad de las personas por evitar las enfermedades o de recuperar la salud perdida.
Aunque se pueden detectar bulos sobre salud manifiestamente contrarios a las evidencias palpables, -salvo, claro está, para los creyentes de quienes propagan las falsedades-, lo cierto es que la mayoría de los bulos se construyen a partir de observaciones o realidades ciertas, las cuales se deforman y manipulan interesadamente para darles un significado y repercusión distintos de lo que se obtuvo por parte de la fuente original de la noticia o la información.
De esta forma, por ejemplo, si el estudio afirma que la ginebra produce menos efectos alérgicos que las demás bebidas alcohólicas de alta graduación, la noticia se transforma en “El gin-tonic ayuda a combatir los efectos de la alergia”.
Es paradójico que en un mundo interconectado, la difusión de datos e informaciones no facilite comprender la realidad, sino que la dificulta.
Esto es porque el aumento del número de interconexiones implica que se reduce el tiempo que tenemos para analizar la gran cantidad de información que nos cae encima; esa reducción repercute en un aumento de la superficialidad del eventual análisis, y con ello, el aumento de la posibilidad de que seamos manipulados a través de la forma en que se nos presentan los mensajes.
Los bulos de salud suelen difundirse de acuerdo con ciertos patrones fácilmente detectables, lo cual no quiere decir que todas las noticias que se presentan con este formato sean obligatoriamente falsas o tergiversadas, pero sí que tienen muchas posibilidades de traer gato encerrado.
Para defendernos de este riesgo, podemos plantearnos ciertas técnicas de contraste entre lo que se nos dice y la realidad que ya conocemos; de esta forma podremos establecer medidas que nos protejan, al menos en parte, de ser manipulados.
¿Cómo podemos detectar que estamos ante un bulo de salud?
En primer lugar, los bulos son noticias con un titular impactante.
Ejemplos: “Guía de la Dieta Paleo, un menú que puede salvar tu vida”, “Ser noctámbulo puede matarte”, “Perder dinero acorta tu vida”.
En segundo lugar, los bulos suelen presentarse con alusiones a estudios que sustentan la noticia.
Generalmente esos estudios son en realidad un solo estudio, puede que dos o tres, realizados por instituciones que, muchas veces, están respaldadas por ciertos intereses compatibles con su resultado.
No es anecdótico que el estudio que da base a la noticia esté falseado, no haya sido reconocido por la comunidad científica o se presente de forma tendenciosa o parcial.
Un ejemplo de este punto está en el caso Andrew Wakefield, de 1998. Wakefield realizó un ensayo clínico en el que participaron 12 niños y relacionó la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) con el autismo. Dos años más tarde, el Colegio General Médico Británico afirmó que los métodos y las conclusiones de ese estudio eran falsos; sin embargo, aún hoy día persisten los defensores del mensaje de fondo: las vacunas producen autismo.
Lo cierto es que la alusión a los estudios, numerosos o no, suele enmascarar una intención legitimadora de la fuente de la información, atribuyéndole una credibilidad que refuerce el mensaje ante un lector sin conocimientos previos, ni tiempo, ni probablemente deseo de analizarlo a fondo.
Por eso, la alusión a los estudios que justifican la noticia suele ir acompañada por la alusión a expertos que la secundan y, en ocasiones, la alusión a referentes personales que nos cuentan lo bien que les está yendo desde que hicieron caso a la noticia. Estos referentes pueden ser desde personas anónimas que nos cuentan su historia a personajes famosos de reconocida popularidad, como actores o figuras públicas.
En tercer lugar, la mención de datos.
No importa de qué datos se trate ni de la relevancia que tengan, es habitual que aparezcan porcentajes, cantidades absolutas, referencias temporales. Números en fin.
El objetivo de la mención de datos es dar apariencia de una base científica del contenido, para reforzar la legitimación emocional del punto anterior.
El origen de los datos no tiene, en realidad mucha importancia, tampoco su relevancia para el asunto ni su significación, muchas veces próxima a la tautología.
Por ejemplo, podemos ver, en un artículo que dice que la inteligencia se hereda de la madre, como se afirma que entre un 45% y un 55% de la inteligencia se hereda; lo cual introduce un elemento de contradicción, ya que esos porcentajes indican que prácticamente la mitad de la inteligencia no se hereda.
El punto al que queremos llegar es que parece que la presentación del dato, el número, el porcentaje, es lo importante para un bulo; lo demás, por ejemplo que sea cierto o pertinente, es accesorio.
Por último, y probablemente para evitar repercusiones legales, en el contenido de la noticia se expondrán los peros, los condicionales y las objeciones de la noticia.
Ese es el momento de los “podría”, los “se dice”, los “aparentemente”, etc.
Es en este apartado donde se explica, por ejemplo, que en realidad no es que el tomate cure el cáncer -que es lo que dice el titular-, sino que el extracto de ciertos tipos de tomate correlacionan con menor incidencia de cáncer en la población de un estudio realizado, sin que se haya podido probar que hay relación de causalidad.
O que, después de afirmar que el alcohol hace más daño que la marihuana, la rotundidad del artículo descienda algunos niveles en el contenido, donde se dice que los investigadores -de los estudios analizados- creen que beber alcohol es probable que sea mucho más dañino para la salud cerebral que el consumo de marihuana.
En resumen, podemos estar ante un bulo si nos encontramos con:
1)     Un titular impactante.
2)     La legitimación del contenido mediante una apelación emocional al prestigio de la fuente de la información o de quien la difunde.
3)     La legitimación del contenido mediante la exposición de cifras y datos aparentemente objetivos, pero contradictorios o irrelevantes con el mensaje, o contradictorios entre sí .
4)     Y la suavización de las conclusiones con matices que reducen la contundencia del titular e introducen recursos lingüísticos como el tiempo condicional, las alusiones a la posibilidad o probabilidad de que algo suceda y la aparición del verbo mágico “creer”.
Los bulos en asuntos de salud son peligrosos; analizar las noticias de salud con seriedad y calma, y consultar con profesionales médicos de confianza antes de tomar decisiones es una medida inteligente.


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